Una foto que será inmortalizada para que la posteridad la juzgue es la del Gerente vistiendo un elegante traje, adquirido posiblemente para la ocasión, donde aparece la regia figura de Carlos de Inglaterra, Príncipe de Gales, sentado en el tranvía con destino al Ayuntamiento mientras él, como los fieles súbditos, permanece de pie esperando que en algún momento le dirija la palabra. En ella se recoge el feliz momento, con amplia sonrisa incluida, de quien 300 metros mas adelante tiene acampados a trabajadores reivindicando su derecho a ocupar una de las plazas que por oposición, ese tipo de pruebas que jamás él padecerá en sus carnes, han conseguido con esfuerzo y dedicación.
Un momento irrepetible para quien en su existencia terrenal no llegaría nunca a pensar que un día estaría delante de todo un futuro monarca de una de las naciones con más experiencia en eso que quizás le parezca exótico pero que llaman libertad de expresión. No hablamos de 50 ó 100 años, sino de mas de 800 años en los que los ingleses decidieron, no sin resistencia de los estamentos, que los hombres son libres para expresar lo que estimen oportuno y que el poder, incluso el de los reyes, esta limitado por las leyes que entre todos se aprueban. Por eso, y salvo el periodo de Cronwel, los ingleses han mantenido su monarquía, porque la capacidad de ser libres se fundamenta en la libertad de decir lo que se piensa, incluso en contra de las más antiguas instituciones del país, sin justificar por ello las ignominiosas acciones que realizaron como Imperio allá donde se asentaron.
El refinado Gerente-cicerone no ha podido soportar por más tiempo que un simple trabajador, que con esfuerzo y tesón ha llegado a concluir la carrera de periodismo, analice en su blog personal con un verbo fluido y una magnifica prosa para deleite de quien lo lee, su desastrosa gestión al frente de una de las empresas que hasta su llegada, a pesar de las dificultades, era un modelo social y empresarial.
Para acallar la voz al periodista no se le ocurre otra cosa que abrirle un expediente laboral, donde para más sinsentido no se le acusa de nada, sólo de que en su blog se exponen determinados artículos que hacen referencia a la gestión del Exquisito. No se le abre un expediente laboral por hechos relativos a su trabajo, sino por una actividad que el trabajador realiza fuera del ámbito laboral y que parece ser que hiere la sensibilidad del sujeto que sonrisa en boca se paseaba lustroso en el tranvía el día de la visita regia.
El Elegante no está dispuesto a que un trabajador este sólo bajo su autoridad las horas en las que presta su fuerza de trabajo al precio pactado en el convenio colectivo. En absoluto, va más allá, y exige las 24 horas del día los siete días de la semana. Y si para ello tiene que cargarse la libertad de expresión y de información con la amenaza de un expediente laboral adelante, el Estado de Derecho no puede amparar, pensará, a quienes somos simples números, siempre ayudado en estos casos por una Dirección de Recursos Humanos incapaz de enfrentarse a un individuo que representa la antítesis de lo que el responsable de esa Dirección debería promover y defender.
El Selecto no ha sido capaz, que sepamos, de querellarse con ningún periodista de algún medio de comunicación por publicar exactamente lo mismo que el trabajador al que ahora expedienta. Eso hubiera supuesto un acto de la valentía y arrojo, pero se ve que sólo la aplica contra los trabajadores. Tampoco lo ha hecho con los candidatos de los partidos políticos a las elecciones municipales, los cuales han afirmado públicamente que la gestión de Tussam ha sido nefasta, lo que debería suponerle un tachón en su desconocido curriculum profesional. Incluso ha habido sindicatos que públicamente han manifestado lo mismo.
Esta es la segunda vez que el Gerente se ensaña con el mismo trabajador. La primera vez dejándolo varios meses sin tareas profesionales que realizar. En esta segunda ocasión no se ha decidido por enviarlo exilado a algún despacho oculto, o colocarle una mesa y una silla en alguna de las fosas del taller, simplemente y con ayuda de sus cómplices le aplica la dureza psicológica que conlleva la apertura de un expediente disciplinario, donde además se le conmina a que alegue en su defensa lo que estime necesario. Pero, ¿cómo alegar que lo que ha escrito en su blog es lo mismo que han dicho los partidos políticos sobre la gestión del Elegante a tiempo parcial? ¿Como puede pronunciar libremente las alegaciones si es precisamente por hacer uso de la libertad de expresión la causa del expediente?
Para UGT es evidente que este sujeto no tiene el valor necesario para, si considera lesionado algunos de sus derechos, llevarlo a la jurisdicción civil, por eso se ampara en el ámbito de poder que tiene que es el laboral, donde la empresa, es decir, él mismo, juzga y condena de antemano al trabajador, aunque luego los juzgados de lo social den la razón al obrero.
Pero parece ser que desconoce que un periodista que no esta sujeto a ningún Director de periódico, a ningún directivo de radio o de televisión, es imposible cerrarle la boca, de hecho la gran mayoría de profesionales actúan así. Por eso, conociendo al trabajador, sabemos desde UGT que seguirá en su línea. De hecho, quitarle a un periodista la libertad de expresión es como arrebatarle a un medico la posibilidad de recetarle a un enfermo un medicamento que le cure o que le palie el sufrimiento. Esto solo pasa por la cabeza de quien se cree estar por encima de los demás, de quien no ha llegado a asimilar que las leyes ya no las hacen ni los dioses ni los reyes, a pesar de que gozara y disfrutara junto a un Príncipe ingles.